Locura de mi alma, soberbia de mi vida

¿Sólo ésto es lo que somos?

¿Sólo ésto es lo que somos?
¡No para mi!
¡¡Somos ADN, sí, pero somos una organización genética distinta, un conjunto de moléculas en un órden específico y medida para poder ser nosotros, un contexto, un ambiente, una armonía, una vida!!

Somos parecidos pero con una diferencia infinitesimal entre cada humano de 2^8000 y luego a contar las demás especies...
Estas diferencias son tan hermosas... por eso estudio Biología y escribo Poesía.

Las bases científicas de lo que arriba afirmo, las pondré en una entrada posteriormente.

jueves, 14 de julio de 2011

Lechuza blanca

Llovía... la noche estaba empapada de un tinte de sofocante obscuridad, como si las gotas salpicaran y cubrieran poco a poco el mundo de una tonalidad profunda y lúgubre; las luces iluminaban a corta distancia y de vez en cuando el viento deslizante traía consigo un haz de luna.

No sé porqué, pero algo especial tenían los centelleantes relámpagos, el silbante viento, la envolvente noche, la delicada lluvia... allá afuera, lejos de las risas, la comodidad y el calor.
Salí por gusto -Voy a salir por pan- mientras coloco mis anteojos en un escondite seguro y con las ansias que tienen los enamorados por verse, salí con paso apurado mientras aún me ponía la chamarra de cuero sin esperar alguna respuesta buena o mala.
Anduve un rato, pensando en cómo cruzar el río para llegar a la panadería, -me parece que hay un puente... estará ruinoso pero seguro aguanta ésta tormenta-.

Crucé el puente extendiendo mis brazos como si de esa forma el viento pudiese llevarme consigo, levanté la cara al cielo y agradecí los besos de la lluvia, cuando llegué del otro lado, al bajar los escalones un escurrimiento de agua que bajaba por la calle terminó de empaparme los pies. 

Estaba comenzando a pensar que no era una brillante idea haber salido sin unas botas cuando mirando hacia el piso vi una pluma blanca arrastrada por la corriente que llevaba a la coladera, pronto vi una más que venía y luego otra. Subí la calle, decidido a encontrar el rastro.

Caminé no más de treinta pasos y encontré detrás de un arbusto y sobre la banqueta a un ave que reconocí fácilmente, una hermosa lechuza blanca, cojeando y extendiendo las alas, se notaba que estaba lastimada y que aún estaba amenazada, me acerqué lentamente para ver mejor la escena. Detrás de los arbustos dos o quizá tres figuras masculinas se ocultaban entre las sombras.

Estaban desgreñados, se notaba la suciedad en las partes expuestas de su piel, no podía ver sus rostros pero se notaba que andaban andrajosos. Noté que al percibir mi presencia, retrocedieron, dejaron de atacar a la lechuza, me acerqué más. La lechuza no se volteó, parecía que aún estaba pendiente por si le atacaban, no volteó ni cuando estuve muy cerca, solo hasta cuando la toqué ligeramente con el dorso de mis dedos.

Miraba fijamente a lo que me parecía el rostro de aquél desagradable hombre, no lo digo por su forma de ser, es porque siempre me ha causado desagrado la injusticia y los abusos hacia quienes no se pueden defender, como la lechuza de aquél momento.
Supongo que el indefenso y herido animal supo que no le haría daño y prontamente dejó que le tomara para revisarle, me acerqué con el animalito a la lámpara más cercana, aún vigilante de aquellos extraños y desagradables seres; estaba herida de una pata, sangraba, su ala tampoco estaba muy bien, noté que era hembra, seguía lloviendo y por no encontrar mejor forma de transportarle abrí mi chamarra y le coloqué dentro dejando su cabeza fuera para que no se asfixiara.-Dentro estarás caliente, te protegeré en lo que pueda bonita-.

Me puse de pie, miré desafiante hacia los arbustos, creí ver como aquellos extraños y desagradables seres se encogían y escondíane en el suelo. Caminé de regreso, en busca de la panadería, no llevaba mucho trecho, pero percibí susurros y pasos detrás de mí, volteé enérgicamente y solo miré de reojo como se arrojaban hacia la obscuridad y los arbustos, reanudé mi marcha, dos veces más ocurrió igual... era extraño, si quisieran  ya me hubieran atacado.

Llegué a la panadería, entré, los anaqueles rebosaban de pan dulce, cuernitos, corbatas, donas, conchas y mucho más; olía tan sabroso…
-Ya cerramos, se nos terminó todo- me dijeron a la par los que supuse eran los dueños.
-y… ¿toda esa cantidad de pan?- señalé a los anaqueles.
- Está apartado- Dijo el señor mirando a la lechuza.
-Y no tenemos bolillo- Dijo la señora de igual forma.

Confundido me dispuse a salir, se notaba el mal humor de aquellas personas, cuando pregunté si habría otra panadería cerca no respondieron, seguían mirando al hermoso animal blanco con una mirada que podría interpretarse como de odio.

Mientras cruzo la puerta entra corriendo un joven, quizá de mi edad, que responde a la pregunta – Baja la calle en aquella dirección-. Una señal de agradecimiento al estilo Cereal Arturo y continúo en mi búsqueda.

Camino un poco rápido, siento miradas a ambos lados de la calle, intento en vano asegurarme de donde vienen, se sienten provenientes de todos lados, y atrás los extraños y desagradables sujetos que se esconden ahora en un poste, ahora en una sombra.

Casi por suerte encontré la segunda panadería, se ve deprimente por el interior pintado de verde grisáceo, la lámpara de luz blanca parpadea, miro a los anaqueles y suspiro para desahogar mi frustración.
-Ya va a salir el pan, unos cinco minutitos nomás- dice un hombre gordo y bigotón de mandil de mezclilla y gorro de taquero, debajo del mandil se nota su playera de rayas rojas o quizá naranjas horizontales.

Miré el horno, estaba completamente apagado, vacío y con la puerta abierta, mientras frunzo el ceño, me parece ver de reojo al hombre gordo tomar una varilla y esconderla detrás de él mientras se acerca poco a poco; volteo, su mirada como hipnotizada está fija sobre el pequeño animal que he salvado.
Sin decir una palabra más salgo despacio del lugar y me alejo rápidamente pero sin correr.

La calle está vacía, no hay autos, “por eso no me gusta venir para acá” me digo a mí mismo con el pensamiento. Aquellos hombres como sombras vuelven a acosarme desde sus escondites, esconden sus caras de mi mirada y evitan al máximo la luz blanca y tenue de las lámparas.

Camino sin rumbo fijo unas calles más, aunque parecen más solo terrenos baldíos atravesados por la carretera, a lo lejos percibo una fuente de luz, blanca también, el sonido de una televisión y el murmullo de gente. Es un comedor en medio de la nada, huelo el olor a atole y a pan recién horneado, la lluvia y el frío comienzan a  molestarme. Mi pequeña amiga blanca esconde su cabeza y es casi imposible verla.

Apenas entro y la señora deja de mirar la televisión y acude a atenderme.
-Buenas noches joven ¿gusta un atolito?- me dice amable y sonriente la dueña del local, -tengo pan calientito y si gusta, puede sentarse en aquellas mesas a comer-.

Mesas largas, con bancas, pero están llenas de gente cenando sólo pan y atole, veo de reojo una familia. –Gracias, quiero un cuernito…- tómelo con la mano, aquí tiene una servilleta.

Abro mi chaqueta para acercar el pan al animalito, pero en el momento en que saca la cabeza, el sonido de la televisión deja de sonar y la gente se levanta empujando mesas y bancas, salen del lugar en desorden y empujando; no comprendo.
La mirada de la dueña cambió, se volvió maligna, de odio, su voz suena dulce y amable, pero la mirada hacia la lechuza es horrible. La bruja me dice –si gusta puede sentarse, ahí hay tanto lugar, quitarse esa chamarra mojada y tomar una taza de atole- sin quitar esa horrible mirada de la lechuza.

Salgo del lugar, camino rápido hacia un lugar bastante alejado de aquel lugar, encuentro una lámpara, ha dejado de llover, pero aún sopla el viento.-¿Dime, pequeña, qué ocurre, porqué no te aceptan los demás?- digo a la lechuza mientras la tomo entre las manos y la examino en la luz –Si eres muy bonita así con ese color blanco que tienes- De pronto se suelta de mis manos y baja al piso, camina y extiende las alas. –Veo que estás mejor-.

La contemplo con tranquilidad durante un rato, sus movimientos parecen indicarme que voltee, -seguro son esos que nos han estado persiguiendo-.
Pero al voltear encuentro como por arte de magia, ante mis ojos, una nueva panadería, regreso la mirada y la lechuza ha desaparecido. Escucho el sonido del aleteo.

-¡Fue un placer!

Entro a la panadería y compro algunos panes, al salir busco a mi amiga, no hay seña, el viento ha cedido y las obscuras nubes han permitido el paso de la luz de la luna, camino de regreso, al cruzar el puente el viento sopla y trae tres plumas blancas.

-¡Gracias pequeña, cuídate, espero volver a vernos luego!- me hubiese gustado invitarle un pan. Levanto las plumas y camino satisfechamente mientras cruzo el puente, saco un pan de la bolsa y comienzo a comerlo.

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