Locura de mi alma, soberbia de mi vida

¿Sólo ésto es lo que somos?

¿Sólo ésto es lo que somos?
¡No para mi!
¡¡Somos ADN, sí, pero somos una organización genética distinta, un conjunto de moléculas en un órden específico y medida para poder ser nosotros, un contexto, un ambiente, una armonía, una vida!!

Somos parecidos pero con una diferencia infinitesimal entre cada humano de 2^8000 y luego a contar las demás especies...
Estas diferencias son tan hermosas... por eso estudio Biología y escribo Poesía.

Las bases científicas de lo que arriba afirmo, las pondré en una entrada posteriormente.

sábado, 4 de junio de 2011

Prado Alegre

El día de aquel extraño suceso había sido el día más amargo de toda mi vida, la hermosísima Laura de quien había quedado prendado por muchos años estaba por contraer nupcias con mi más odiado rival…
Ella nunca accedió a mis ruegos, despreció todos mis intentos y al haberme enterado de sus futuras nupcias, había decidido saltar sobre las afiladas rocas donde se ubica el faro.

Mientras caminaba descalzo por la arena de la bahía y miraba la redonda y blanca luna llena que justamente reposaba detrás del faro, iba suspirando al compás que marcaban las olas,  miraba la luna, el faro, las rocas…

Pensé si sería mejor subir a la punta del faro o solo saltar desde la base hacia las rocas… Todo dependía si quería que reconociesen mi rostro o solo lo imaginaran que fui yo al hallar algunos trozos de mi inanimado cuerpo. Quizá si aún identificaban mi cara, la ingrata amada sentiría algún remordimiento y lloraría amargamente la pérdida de su más ferviente admirador.

Cuando estuve lo suficientemente cerca de las rocas y divisé la escalera de cemento que subía hasta el faro, me puse de rodillas, junté las manos, cerré los ojos y llamando a Dios Nuestro Señor  imploré alguna razón para salvar mi vida… Fue entonces que mi súplica fue respondida.

Un grito desgarrador me erizó la piel, haciendo al mismo tiempo que abriera los ojos y saltara de un golpe…  el grito provenía desde las aguas, era una mujer aferrada a un mástil, que habiendo visto mi figura, depositó todas sus fuerzas en aquél horrible grito de ultratumba.
Sin pensar siquiera que fuese la señal implorada a Dios, me arrojé al agua dispuesto a salvarla.  Logré arrastrarla como pude hasta la playa  y  esperé a que se recuperase ahí tumbada en la arena.

-Gracias buen mozo- dijo débilmente la figura femenina - por rescatar a ésta imprudente dama que creyendo no tener ningún porvenir en la vida, se arrojó al mar… y al caer se arrepintió.

Mientras la dama hablaba comencé a notar la rareza de aquella mujer. Irradiaba una extraña palidez acentuada por la luz de la luna, era una palidez extraña, fascinante, hermosa e intimidante.
La miré un tiempo en el más profundo silencio como intentando adivinar los misterios de aquella extraña mujer.  Ella volteó y me sonrió luego me abrazó dándome las gracias… Estaba seca.

Mientras me abrazaba, un escalofrío se apoderó de mi cuerpo, sentí como si el viento más frío me rodeara, como si una tristeza enorme me fatigara, sentí gran sueño y al final me dieron ganas de llorar. Mientras estaba paralizado por ésta sensación me dijo al oído: -Hoy tú te salvaste salvándome a mí, nuestro destino estaba escrito, ahora vive, busca la felicidad y no pienses en cometer otra vez el mismo error.-

Desperté luego de un rato como de un profundo sueño, la marea había subido al punto máximo, el agua mojaba ya mi espalda. Me levanté buscando en vano a la misteriosa mujer, caminé hasta mi hamaca y me tumbé pensando en las palabras de la mujer, intentando adivinar su origen y solo conseguí recordar la extraña palidez y su vestido celeste.

Me despertó Julián, era ya muy tarde, cercano al medio día… entró gritando: Encontraron el cadáver intacto de una tal marquesa que se arrojó a las rocas donde existe ahora el faro, dicen que fue hace muchos años, que se arrojó y nunca encontraron el cuerpo, dejó una carta aclarando que fue por desamor… toda la gente habla de eso, incluso traía consigo su vestido con el que se le vio por ultima vez camino a la playa. Estaba en la arena como si alguien la hubiese sacado a nado.

Tuve ganas de gritar, de correr desesperadamente y de contarle a mi hermano lo que me había pasado en la noche, pero solo me limité a pedir un trago de ron porque hacía demasiado calor.




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